viernes, agosto 26, 2011

Resistencia

No había voz más alta que aquella melancolía que gritaba mi nombre,

que me señalaba un reloj que colgaba de mi pecho.

Por mucho que me quisiera confundir con el resto,

siempre me encontraba.

Tras de mí quedaba el eco de los niños que seguían con sus juegos

y durante horas conversaba con la muerte.

Ella me hablaba del fin de todos los caminos

y me hacía mirar a la belleza del presente.

En ella busqué encontrar respuestas, rasgando mi cuaderno.

Y después de todo este tiempo,

he hallado el silencio.

No hay lógica capaz de separarme ya de esta brecha que supura versos.

Bebo de ella y me detengo cada mañana frente al lienzo, siempre blanco.

Reconozco que nunca ando lejos del abismo

y que a veces me siento a disfrutar de demasiadas cervezas.

He roto muchos pactos con mi mente por seguir el hueco entre palabras torpes.

He mirado al sol ponerse en vez de escuchar muchas lecciones.

He quedado mudo cuando debía pronunciarme.

Pero poco a poco, más solo y callado, voy reconociendo en mi interior una sonrisa.

Ya no hay resistencia.

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