viernes, abril 06, 2007

Con alma de árbol

Nací con alma de árbol, entregada mi semilla al viento con anhelo de encontrar la tierra en la que arraigar. Al principio aprendí a esperar, sabía que tendría mi oportunidad y debía observar, beber de mi interior antes de poder gozar del agua fresca y los minerales de la buena tierra. Así llegó el momento en el que pude entrar en el suelo, conocer sus secretos y formar parte del mismo sueño. Él me dio fuerzas, con humildad me acogió en su seno y yo sujeté su piel con mis raíces mientras empezaba a ascender al cielo. El mundo comenzó a cambiar, la sed que me hacía temer se calmaba con el agua fresca que corría cerca de mí, aprendí a buscarla, aprendí a esperarla, aprendí a amar al cielo y sus ciclos que la entregaban. Rompí las formas para dar a luz a mis hojas con las que pude respirar el aire y devolverle la gracia con el oxígeno de la vida. Fui alzándome en una nueva búsqueda, la energía que caía del cielo, debía encontrar de dónde procedía, escuchaba su voz llamándome para que creciera y no me entregué a la tierra pero tampoco me aparté de su vera. Así encontré que el mundo crecía y que el estrecho margen del cielo se desplegaba y se movía, mutando a negro en las noches, de luna y estrellas. Cada vez era mayor el amor de mi alma, la dicha de sentirme parte de lo que mis sentidos captaban, al fin encontré el sol desde lo alto de la montaña. Ascendí hasta saborear la brisa salada que me hablaba de que el agua de mis venas algún día se fundiría con el mar y desde entonces, canto con la tierra, danzo con el aire y anhelo la inmensidad del agua que me trae aromas de eternidad.

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