Un puente une la menuda isla a la tierra. Por él desfilan los invitados de una boda, algunas con tacones, 231 escalones arriba. El novio es de aquí, la novia es inglesa y los unos y los otros afrontan la pendiente, divertidos los jóvenes, maldiciendo los viejos. Debajo del puente, apenas imperceptible desde arriba, unas placas que recuerdan a los marineros fallecidos en la mar. Se rinde homenaje a los que se unieron a las aguas, respeto al padre Cantábrico, de aguas bravas.
Nosotros, cargados con nuestras cámaras, dejándonos lamer por la brisa salada, profundamente conmovidos por tan fascinante lugar, emocionados antes el desfilar de la vida, escalones arriba, por este lugar que rinde homenaje a los muertos.
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