Los músculos gritan del esfuerzo y la piel se deshace ante la severa caricia de un sol que aquí, a más de dos mil trescientos metros de altitud, hace que el aire reverbere y se encarezcan los movimientos.
Al fondo la cumbre de La Sagra. Yo cerrando el camino, controlando la respiración. Camino unos metros y me detengo. El reto está casi superado. Un poco más, respirar, avanzar unos metros, cada cual a su ritmo.
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