sábado, marzo 22, 2008

Lugares del camino (32)

Las Fuentes del Marqués son famosas por el agua que corre limpia y se repliega, conformando pozas que invitan al baño. Pero, alrededor, asombra la extraordinaria luz de un paisaje que, aún en estos días que corren, se afana en mostrarnos la belleza que existe en nuestro entorno más inmediato. Antiguos cultivos de olivos se dejan acompañar por chopos, pinos adolescentes y un puñado de encinas viejas que descollan imponentes.
En los días festivos, ese pequeño oasis acoge a multitud de paseantes que conversan distraídos y yo me asiento en una roca para seguir la liturgia de las palabras. Con una encina centenaria a mis espaldas y, frente a mí, el sol sumergiéndose entre las montañas, cierro los ojos para respirar mejor la fragante atmósfera del lugar y dejar que la brisa haga posarse la inquietud que me acompaña. Respiro con profundidad, relajo los músculos y tomo papel y bolígrafo para atraer hacia mí la sensibilidad necesaria.
Hace tiempo que no escribo más allá de unas pocas líneas, con las que dejo reposar las ideas que me visitan y sostengo el flujo creativo sin el que no podría mantener el rumbo que me permite avanzar. Ahora, en este lugar del camino, renuevo mis fuerzas y clamo por que mis sentidos vuelvan a abrirse, para que de nuevo me convierta en cubículo de palabras, de historias y sentimientos, para dejarme arrasar por la corriente creativa a la que me debo y por la que existo.

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