Ya van tres meses desde que llegamos y no me puedo quejar. Tengo la retina saturada de tantos lugares hermosos que parece que haya estado viviendo en un mundo de cuento, de esos que nos narraban de niños y que solo imaginábamos. Paisajes todo pintados de verde, castillos que insisten en permanecer en pie con el paso de años y años. Cementerios de piedra oscura donde los pasos se acompasan con el grazno de los cuervos. Lagos y montañas, lluvia, frío y nieve.
También meses de mucho trabajo, de horas y horas dedicadas a tejer los sueños a la realidad, de traerlos al aquí y al ahora y, de este modo, encenderlos y ver en ellos algo nuestro, algo de todos.Y ahora es momento de descansar por un tiempo. De pararse a charlar con aquellos a los que hace tiempo que no vemos, de compartir experiencias y dejarnos llevar por la sencilla alegría de estar vivos.
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