miércoles, octubre 01, 2008

Un horizonte errado

Hace algún tiempo que me eché a un lado del camino. Al fondo se dibujaba un paisaje nuevo y quise descansar un rato. Venía de muy lejos.
Me detuve, respiré, escuché mi espíritu y hallé paz.
Sin embargo, aquel lugar al que aún no había llegado, me clavaba su mirada. Me observaba desde lejos y me reprochaba que me detuviera, que no le prestara atención.
- No hay otro camino -me decía-. Acércate hasta aquí. ¡A qué esperas!
Pero algo me hacía desconfiar de aquel horizonte, llevaba mucho tiempo caminando y había aprendido a desconfiar de lo apremiante. Después de tanto andar, no iba a correr ahora, esperaría un poco más.
- Estás perdiendo tu tiempo. Otros llegarán antes que tú. No hay lugar para todos.
La voz del lugar se alzaba más y más.
- ¿Llegaste tan lejos para quedarte ahora rezagado?
Permanecí inmóvil, blandiendo la calma, mi verdadera guía hasta ese momento.
A medida que pasaban los minutos, la voz iracunda del horizonte comenzó a alejarse.
- ¡Te estás equivocando! ¡No llegarás a ningún lado!
Seguía agitándose pero cada vez impresionaba menos. Vibraba menos. También el horizonte pareció cambiar y que su influencia se desvaneciera, pues, justo a mi lado, pude ver otros caminos. Muchas opciones que elegir desde la calma, sin prisas, siguiendo a la intuición, al silencio.

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