Deja que tu cuerpo se relaje, que se desprenda la tensión que trajiste contigo. Deja que tu cuerpo se conecte con el paisaje, que el fuego del sol caliente tu piel, que las gotas de agua corran por tu rostro. Siente la roca bajo tus pies y el viento que sopla. Siéntete parte del mundo, eres responsable de lo que te sucede.
lunes, octubre 20, 2008
Meditación
Deja que tu cuerpo se relaje, que se desprenda la tensión que trajiste contigo. Deja que tu cuerpo se conecte con el paisaje, que el fuego del sol caliente tu piel, que las gotas de agua corran por tu rostro. Siente la roca bajo tus pies y el viento que sopla. Siéntete parte del mundo, eres responsable de lo que te sucede.
miércoles, octubre 01, 2008
Un horizonte errado
Hace algún tiempo que me eché a un lado del camino. Al fondo se dibujaba un paisaje nuevo y quise descansar un rato. Venía de muy lejos.
Me detuve, respiré, escuché mi espíritu y hallé paz.
Sin embargo, aquel lugar al que aún no había llegado, me clavaba su mirada. Me observaba desde lejos y me reprochaba que me detuviera, que no le prestara atención.
- No hay otro camino -me decía-. Acércate hasta aquí. ¡A qué esperas!
Pero algo me hacía desconfiar de aquel horizonte, llevaba mucho tiempo caminando y había aprendido a desconfiar de lo apremiante. Después de tanto andar, no iba a correr ahora, esperaría un poco más.
- Estás perdiendo tu tiempo. Otros llegarán antes que tú. No hay lugar para todos.
La voz del lugar se alzaba más y más.
- ¿Llegaste tan lejos para quedarte ahora rezagado?
Permanecí inmóvil, blandiendo la calma, mi verdadera guía hasta ese momento.
A medida que pasaban los minutos, la voz iracunda del horizonte comenzó a alejarse.
- ¡Te estás equivocando! ¡No llegarás a ningún lado!
Seguía agitándose pero cada vez impresionaba menos. Vibraba menos. También el horizonte pareció cambiar y que su influencia se desvaneciera, pues, justo a mi lado, pude ver otros caminos. Muchas opciones que elegir desde la calma, sin prisas, siguiendo a la intuición, al silencio.
Me detuve, respiré, escuché mi espíritu y hallé paz.
Sin embargo, aquel lugar al que aún no había llegado, me clavaba su mirada. Me observaba desde lejos y me reprochaba que me detuviera, que no le prestara atención.
- No hay otro camino -me decía-. Acércate hasta aquí. ¡A qué esperas!
Pero algo me hacía desconfiar de aquel horizonte, llevaba mucho tiempo caminando y había aprendido a desconfiar de lo apremiante. Después de tanto andar, no iba a correr ahora, esperaría un poco más.
- Estás perdiendo tu tiempo. Otros llegarán antes que tú. No hay lugar para todos.
La voz del lugar se alzaba más y más.
- ¿Llegaste tan lejos para quedarte ahora rezagado?
Permanecí inmóvil, blandiendo la calma, mi verdadera guía hasta ese momento.
A medida que pasaban los minutos, la voz iracunda del horizonte comenzó a alejarse.
- ¡Te estás equivocando! ¡No llegarás a ningún lado!
Seguía agitándose pero cada vez impresionaba menos. Vibraba menos. También el horizonte pareció cambiar y que su influencia se desvaneciera, pues, justo a mi lado, pude ver otros caminos. Muchas opciones que elegir desde la calma, sin prisas, siguiendo a la intuición, al silencio.
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